Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

miércoles, 21 de agosto de 2013

Un punto final en Madrid.

Llegué a Madrid hace exactamente 17 días. Escogí a Madrid tal vez sin razón. Porque si, ¿por qué no? No la conocía y a pesar de las advertencias del verano infernal, hice caso omiso. En Alemania no es que sobre.

Un domingo llegué a la estación de Atocha con mi maletica azul y mi mochila con el computador y la cámara. Siempre que viajo trato de reducir mi equipaje, pero esta vez pensé que con tanto tiempo libre, la cámara era importantísima y el computador donde iban a quedar todo lo que escribiera.

El plan de hacer un curso de escritura salió tal vez una tarde de invierno que pase en Barcelona a principios de este año mientras salía con ansiedad de una librería. Tantos libros y yo perdida en el norte. ¿Qué podría hacer mientras disfruto de estar hablando y leyendo solo en Español?

La idea siguió creciendo, total, lo único que no he dejado de hacer desde que soy muy niña es escribir. Llevo ya varios años en este blog, y antes cuadernos y cuadernos de todo tipo de cosas. Tal vez este blog se ha vuelto un diario adolescente que ahora odio. Y en mi trabajo es importante escribir, pero alardeo de contar historias pero no cuento ninguna. En Alemania y con el alemán en la cabeza no es que mi español sea muy elocuente ni muy fluído. Ahora me veo entre dos idiomas que no logran expresar lo que pienso. No es culpa de los idiomas, ni de las palabras, soy yo, que sufro de nostalgia del lenguaje. Un lenguaje que se diluye entre mis manos, que no logra salir de mi boca, que no se traduce ni en palabras ni en imágenes que se acumulan imágenes en mi cabeza. Que sufro de exceso de mi.

Pues la cámara no la he usado mucho, tal vez este mes sea solo de palabras. Mis cuadernos y mis archivos se van llenando lentamente de palabras, de historiecitas, de pensamientos mientras recorro las calles de esta ciudad que me tiene sorprendida. La soledad no me pesa, mi cuerpo no me estorba, disfruto incluso del vaho de aire caliente que sale del piso y de las paredes a las 5 de la tarde. ¿Qué por qué no escogí España hace cuatro años para estudiar? Tal vez esta experiencia de ciudad que me tiene sonriendo todo el tiempo no hubiera sido posible sin Alemania.

Hay ciudades que lo escogen a uno. Otras que suceden solo por azar. Otras que uno escoge pero que se dejan ir. Otras que tocan, porque no se pudo elegir.

Me siento muy cómoda. He sido rigurosa pero me he dejado sorprender. Es extraño ese equilibrio, el de poner un plan en marcha, de tener todo el tiempo disponible para hacer lo que quieras y hacerlo pero al mismo tiempo permitir el ocio en el ocio, no hacer nada, solo caminar, solo estar.

Entonces voy a las bibliotecas y leo, escojo libros, pelis, leo algo allí, allá, tomo notas. No hay objetivo mas que ese, estar ahí. De ahí descubrí a Houelluebecq que con su “Mapa y Territorio” me acompañó en el Parque del Retiro, ahí al lado del estanque donde el verano se traduce en una pintura impresionista en la que sobran los sombreros y faltan los trajes antiguos. También estuvimos en el Templo de Debod, a donde van todos a ver el atardecer. Ver como se enciende el cielo en la clásica foto de atardecer es difícil en Madrid. Los edificios y las calles estrechas de una ciudad que se extiende bajando y subiendo por las colinas hacen que el cielo sean fragmentos que cambian a cada vez. Mientras Jed Martin el del libro pintaba y los artificios del mundo modernos eran listados como en un inventario incansable de consumo, también estuvimos en las placitas, San Andrés, Santa Ana, Jacinto Benavente, con unos churros de Chocolate, en Plaza España también, en mi cama en mi habitación de convento que a pesar de su tamaño reducido no me hace extrañar el estadio que tengo en Weimar.

“Madrid son las conversaciones que uno entiende, es el atrevimiento, son las sonrisas de reconocernos, los roces de pieles calientes, son los ojos oscuros, los pelos ralos, las pieles mas morenas, son las negras también. Son los libros que puedo ojear, que huelo y que puedo entender con mis propias historias. Y curiosamente es una ciudad que también empiezo a describir con otras palabras de ese otro idioma que permanece en mi cabeza, so frech, so heiss, y saber que hasta me hacen falta esas palabras, ese descubrir otras formas de decir lo mismo. Pues bien, Madrid es solo un lugar, soy yo, la que mientras camino, me camaloneo. Muto entre las esquinas, sueño en las bancas de los parques, miro el cielo con sus nubes escasas mientras pienso y anoto palabras a veces sin hilo, sin conexión. Soy yo en esta ciudad que va lento como un caimán en la orilla después de haber devorado la cena, pero que muestra los dientes a la menor amenaza.

Madrid, ciudad en la que las soledades nos encontramos, en donde la felicidad no tiene credibilidad, en la que se habla duro, se insulta con ganas, se sonríe desde adentro”. (Escribí hace un par de días)

Es también tangos perdidos, es español en chino, es vallenatos que pasan, es los travestis en la calle del Desengaño.


Y suena ridículo, pero cómo no escribir en una ciudad donde estuvo Cervantes, aquí a un par de calles de donde estoy. Y Lope de Vega y el del Lazarillo de Tormes, me siento en una clase de español del colegio, otra clase de historia, y otra de arte. El Guernica, Goya y sus caprichos, Sorolla y su luz mediterránea, el Palacio Real y los reyes, quintos, primeros, ¿quienes son? Son piezas que se van encajando entre mi memoria, las ideas fijas, los prejuicios y los descubrimientos. Aquí descubro América, aquí está una de las fichas que faltaban en el rompecabezas de la cabeza.

Eso de la madre Patria que siempre me pareció una estupidez y no la voy a repetir. Pero sin duda hay un reflejo cuando se camina, se come, se vive esta ciudad ruidosa, de fiestas en la calle, de tipos malhablados, un poco ruda y atrevida.

Darse cuenta que llevo tanto tiempo sin hacer cosas que me gustan tanto, como si hubiera estado en la orilla del frente todo el tiempo, pero no en la orilla que quería estar. O tal vez, solo sea un asunto de ir y volver.

Y escribir. ¿Para qué? Recordar todo el tiempo que es solo porque es divertido. La premisa para disfrutarlo. Sigue siendo un ejercicio terapéutico, tal vez para salir de mi, aunque lo curioso es que para hacerlo hay que entrar en lo profundo. Pero no escribir mas de mi, no mas de la misma forma. Por eso este blog se cierra como se conoce hasta hoy. O mas bien se acaba. No lo cierro. Al final es historia, es vida, es lo que soy yo hoy. Algún día se verá en otro lugar, o se quede perdido entre el hoyo negro que es internet. Esta entrada será la última de esta era. Gracias por leer, gracias señor Internet por dejarnos compartir con unos cuantos que se encuentran estas palabras y se reconocen o tal vez les parece estúpido. Creo que es un ciclo que llega a su punto final. Tal vez ya empezó el siguiente.

Que hayan mas letras, ojalá en otro lugar.

lunes, 10 de junio de 2013

Motten im Kopf // Polillas en la cabeza.


Motten im Kopf - Polillas en la cabeza from Ana María Vallejo on Vimeo.

A veces siento que mi cabeza es final de todo. Y entonces miro el papelito que me recuerda que lo que pasa en la/mi cabeza no pasa en el mundo real. De ahí y de muchas otras cosas que pasaron, sale este video. Resulta además como el primer resultado de lo que pasa aqui en Weimar, en esta Universidad a la que llegué a estudiar hace un año y dos meses. Además es un video que terminé ya hace mas de 6 meses y no había cerrado su ciclo. Y aqui yo tachando listas de pendientes, lo terminé finalmente  (Se grabó de nuevo la voz en off en estudio, se remezcló el audio, corregí errores ortográficos, etc) y lo hago público.

Fue un proceso bonito, de crear otra vez, después de inventarme muchos, muchos proyectos y todos dejarlos en ideas que no me movían, este salió de tardes en la biblioteca y de mirar el camino y el horizonte del mar en las vacaciones. Sobre todo, de mirar adentro y entender que estaba pasando conmigo. Es un re-acercamiento al arte, pero sobre todo una examinación a (mi) proceso creativo. 

Por alguna razón las polillas no se van de mi cabeza, sin importar todo lo que haga para eso. Parece ser que la vida siempre pide mas. Mas calma, mas conciencia, mas meditación, mas presencia, mas atención. Tal vez este es el momento de volver a este video. Como una nota (audiovisual) de concentración a lo que me pasa hoy, para regalarme la belleza de las cosas que salen de mi cabeza, de mis manos. Para traerme la calma, las energías para poder seguir caminando, para insistir mas, para querer mas lo que hay en mi cabeza, para querer y enamorarme de mis ideas, para que sea yo (y nadie mas) la que le de valor a lo que hago. Es un respiro, y un paso adelante.

sábado, 27 de abril de 2013

Lentejas nostálgicas

Las lentejas son como las tardes donde la abuela. Tienen un saborcito lleno de nostalgia, de luz cálida, voces gruesas de gentes mayores, de siesta después del almuerzo. Por eso las lentejas son platos para disfrutar en compañía, y en caso tal de soledad, las lentejas son para acompañarlas de una peli, o un postre de fruticas que remate el plato principal.

Para preparar las lentejas es necesario estar antojado. Cocinarlas es una labor que incluye sentir lo que dicen las tripas, combinarlo con la cantidad de nubes ese días y sonreir mientras tanto. Para un resultado de reminiscencia mas óptimo, las lentejas se cocinan después del desayuno si se sirven de almuerzo, en la tarde si se sirven en la comida. Pues hay que dejarlas calar, dejar que los ingredientes se recalienten y terminen de dar su sabor nostálgico de años que ya se fueron (pero que por la magia de la cocina, vuelven cuando estamos lejos lejos de esos tiempos). Si no hubiera tal preparación previa, hay que cocinar planeando sobras para el desayuno del otro día, cuando el efecto deseado llegará a su mas alta efectividad.



Primero me gusta poner los ingredientes sobre la mesa. Saco un dientecito de ajo, una cebolla, dos o tres zanahorias, 2 tomates, 3 o 4 papas y las lentejas que deben estar desde la mañana o la noche anterior en agua para que se cocinen mas rápido. Es importante tener comino. Sal. Pimienta. Salsa de tomate o BBQ. Hay quienes agregan tocineta, carne de cerdo picada en pedacitos, o salchica.

Primero hay que partir el ajo, yo lo prefiero pequeñito, aunque debo confesarlo, siempre me quedan unos tamaños irregulares. La cebolla en cuadritos, el tomate en cuadritos para hacer el guiso. Las zanahorias se lavan y se pelan. Se rayan con mucho cuidado de no terminar haciendo un rayado de dedos. Las papas se lavan y se pelan, se parten en cuadritos.

Lo mas importantes de las lentejas es que tengan espacio en la olla. El orden de los ingredientes en ella pueden variar según la música, los visitantes. Si hay mucha gente y uno sufre de nervios escénicos el orden está al ritmo del caos, de los chistes y las preguntas constantes sobre el proceso de la cocina, como interrupciones planeadas por un agente divino. Si hay radio para acompañar la soledad, para deshilvanar los pensamientos al ritmo de la cuchara y los olores que salen de la comida, seguro que va primero la cebolla y el tomate justo despues que el chorrito de aceite doradito este hirviendo en el fondo.

Después cuando empiece a hacerse el guiso, es decir, cuando la cebolla y el tomate ya huelen a desayuno agregaría el ajo y la zanahoria. Esos cuatro ingredientes terminan el guiso, para que el aroma mañanero se vuelva en un almuerzo. Mientras tanto uno va agregando sal y pimienta al gusto, con salero y molino pimentero, chen chen, chrata charata tá.

Una vez haya un guiso y antes que la zanahoria pierda todo su sabor en el tomate, se agregan las lentejas, y durante unos minutos se mezcla todo, agregando sal y pimienta y esta vez el comino que va convirtiendo el plato en una tarde de domingo, con las voces de la visita, las risas de los niños corretiando por la casa, la abuela riendo a carcajadas mientras los demás adultos miran por un ojo lo que hacen los niños y con el otro la semana que se acaba de terminar.

Entonces cuando ya todo huela a tarde de domingo con atardecer calientico, empieza uno a echar chorritos de agua, espaciados uno tras otro, para que los sabores calen, y así se va midiendo la sal, que una vez haya agua suficiente y habiendo dado la pruebita clásica a algún otro comensal que quiera sentirse incluído en la preparación del almuerzo magno diciendo que falta mas sal, o que está bien, y entonces mirará la repisa de las especias y luego de buscar lo que no ha encontrado, asentirá que lo que falta es sal, volverá a la mesa y su misión se habrá para entonces terminado. Así después de esta parte importante, un chiste y demás, es la hora de agregar los cuadritos de papa, trarataststatsyas, y entonces está casi todo listo. Hay que esperar que la olla llena de ingredientes llenando de sabor la tarde de domingo hierva, para bajar el fuego, poner la tapa y esperar.

Para acompañar las lentejas un arrocito y aguacate tan maduro que sabe a mantequilla.

Mientras tanto, mientras se cocina, en la mesa, se cocinan las ideas, las historias de amigos, las risas se mezclan con el olor del comino, se llenan de nostalgia, las ventanas se abren para que entre el fresquito, y para que el estómago embolate el hambre mientras las lentejas calan.

Hay que revisar mientras tanto, la cantidad de agua y la sal. Ahí agregaría un poquito de salsa de tomate que le da un dulzoncito que enamora por corriente y vulgar.

Cuando están listas las lentejas se apuran a nuestra boca, la cuchara se mueve mas ávida que de costumbre y pronto, pronto, el plato se habrá acabado, como se acaban los domingos, las tardes familiares, los gritos de los niños, las visitas malucas, previendo lo que viene en la semana entera, olvidando la pasada, lista para una siesta y llevar a los sueños, la barriga llena y el corazón contento.

viernes, 19 de abril de 2013

Escrito en un lunes triste

(En Medellín mientras pensaba en el ir y volver)


Puede que sea pereza, falta de tiempo. Ligereza nocturna la que no me ha dejado sentarme con calma en estas noches a escribir. Tal vez es que aqui recibo mucha información, tanta que olvido rápidamente, como cuando una ola tras otra arrasa con las formas de la arena, una y otra vez. Tal vez sera, que ahora en medio de una habitación llena de recuerdos, una casa llena de nostalgias, una ciudad que me afecta tanto, ni se muy bien que de todo lo que pasa por mi cabeza debería escribir, debería permanecer, no debería olvidar.
Es que estos días rápidos de visitas, permanencias temporales, re-conexiones interrumpidas nuevamente deberían ser olvidados nuevamente algún día. ¿Eso pasará apenas me vaya de este continente y pise de nuevo ese donde yo ya tengo otra vida? También es que en medio de las nostalgias me ha dado por leer los cuadernos viejos, donde están escritos mis días, mis ideas, donde reposa mi cabeza desde hace tanto tiempo. Lugares donde mis palabras se derramaban como un asunto obsesivo, como una huída a la soledad tan absurda de la que sufrí, tal parece, tanto tiempo. De pronto, me pregunté para que escribir tantas historias, tantas ideas tan íntimas que nunca saldrán de esos cuadernos, que son una historia anónima, fragmentada, sin hilo conductor mas que mi memoria, y que apenas yo muera, me vaya, sera ultrajada, olvidada, quemada, violentada por ojos curiosos, recuerdos prejuiciosos, o peor aun, se quedaran en silencio como quisiera que se quedaran, pero tal vez traicionando la esencia misma de escribir: construir una memoria, una historia para ser contada.
Entonces para qué escribir esta historia, si nadie o mas bien unos pocos van a leerla, para que seguir escribiendo mi historia sin los suficientes detalles mas que estos pensamientos adolescentes cuando soy una mujer casi llegando a los treinta. Eso de llevar un diario se me va volviendo un muro de lamentaciones, deseos incumplidos, inalcanzables y sueños olvidados. Para qué escribir esta historia mal contada sin siquiera atreverme a contar más historias, historias reales mas allá de mi cabeza.
Pero escribir parece ser una necesidad ya no tan obsesiva pero si tan paliativa. Pareciera que sentir el papel debajo de la tinta a través de mis dedos, las teclas sonando al ritmo de la chicharra o del silencio de la calle, fueran los tratamientos precisos contra este mismo mal solitario de rumiar las mismas ideas en mi cabeza, como un perro comiéndose la cola y cerrando círculos que obstaculizan la visión. La cabeza se hace un nudo y es solo en este preciso momento en el que hay una lucidez, un descanso. Entonces el nudo se deshace y va cayendo lentamente sobre la hoja en blanco. Hasta que la cabeza no se siente constipada, la respiración se normaliza, la soledad de nuevo, se siente a gusto.
Tal vez sea este ejercicio uno de los pocos que en medio de deshilar las ideas, me permite estar en presencia total de lo que hago. De alguna manera, como un acto de contrición, escribir se vuelve una meditación, sobre mi misma, sobre esa sensación terrible que agita el corazón haciéndolo latir mas rápido y a un ritmo desacostumbrado.
Pero escribir sobre lo que pasa, esa tristeza infinita de no ser capaz de nombrar lo innombrable, de sentir que esa vida que tuve toda la vida, se va deshaciendo, se ha vuelto un espejismo nostálgico que se desvanece al perseguirlo. Ya nada es como era, sin duda, no lo sera después. La vida la he partido en dos mitades que hoy parecieran irreconciliables y que al pensarlo así, siento ese peso de lo radical de este juicio. Nada tan temporal como este sentimiento, pero tan certero y real dentro de mi cabeza. Vuelvo a sentir miedo de hacerme una exiliada mas, vuelvo a sentir miedo de mis pensamientos que como látigos me castigan en prisiones invisibles. Es como si quisiera atrapar agua en las manos, pero todo el tiempo cae entre los dedos y nada, pero nada pareciera permanecer. Todo va cayendo y allá abajo, no somos, son solo personajes solitarios tratando de agarrarlo todo pero perdiendo casi todo como un cedazo roto y viejo.
La alegría consiste solamente en esos pequeños momentos en los que pareciera que la caída se detuviera porque la presión del agua ha disminuido y solo queda entre las arrugas de las manos, unas pocas gotas que pronto serán tantas que harán parte igual de ese olvido en caída libre.
¿Nadie acaso siente esa soledad extrema? De vernos tan cerca pero luchando tan solos por esas ideas, por salvar nuestro propio pellejo, por vivir una vida, cualquier vida, la que escogimos o nos tocó, en medio de las pequeñas tragedias cotidianas, mentales, inundadas, otra vez por esa agua solitaria que humedece todo?
Dicen que escribo cosas muy tristes. Tal vez es que es el remedio a la tristeza. Ir dejándola palabra a palabra porque ellas, las letras no responden ni con gritos ni con desdén. Se dejan del gris y la humedad de las lágrimas no lloradas, ahogadas en medio del agite diario, de la frase interna, de ser fuerte a como de lugar.
Esa obsesión porque la vida no cambie, y tratar de detener su fluir.
No, no.
Seamos siempre niños en el patio de la casa con el sol de la mañana, seamos abrazos de oso antes de ir a dormir, sonrisas por un dulcecito al día, seamos siempre idealistas radicales, jóvenes con ganas de comernos el mundo, seamos hippies llenos de flores volando entre nubes, que no pasen las tardes de buscar figuras entre las nubes. Que no se acaben los caminos entre el bosque, que los rayos de sol que caen sobre el rio no cambien, no cambien.
Pero la luz cambia, las nubes se van, ya no hay tantos te quiero, ni as sonrisas permanecen siempre. No hay príncipes azules, ni hippies que no se vean decadentes. Los caminos se acaban porque no hay casi bosques, y las películas no tienes finales felices.
Ya nada es como antes, porque antes tampoco fue mejor.


lunes, 25 de febrero de 2013

Actualización de estado

Hoy miré por la ventana a las 6 de la mañana. Me desperté cuando los camiones que limpian la nieve pasaron limpiando el mierdero que queda cuando después de cuatro días de lenta y persistente nevada, comienza lentamente a descongelarse. Las máquinas lograron colarse en mis sueños intranquilos con sus sonidos ensordecedores. Me desperté de un susto y no pude dormir sino hastas que tenía que levantarme de nuevo. No son solo cuatro días de nieve, sino que  van tres meses de nieve intermitente. Casi un año de mi vida en Weimar. Un mes de trabajo sobre un nuevo proyecto casi 7 dias a la semana, casi 12 horas diarias. Con pausas pero no tantas. El clima no deja, no dan ganas. Estoy ahora en mi cama. Me estoy tomando un chocolate caliente, que ya está tibio. Mi cuerpo me pide a gritos que no trabaje mas en lo mismo, que necesita sol, y que por favor no me estrese.

Bueno, por fortuna tanto trabajo tiene una razón, y es que estoy a tres días de estar en la que antes fue mi casa, y que ahora sigue siendo mi casa, pero es mas de mi mamá que mía. En un clima espero mas benévolo, con mas sol, con tormentas tropicales. Veré esas montañas de mi ciudad con su verde jaspeado cada vez mas y como una invasión, por el color ladrillo. Digamos que me voy de mi casa, y vuelvo a mi casa. Desde ya siento el olor, el aire caliente y mi cuerpo se estremece de tanto deseo. Tal vez será que por eso mi cuerpo me dijo, no mas. Desde ayer tengo la cabeza funcionando a medias, una náusea nerviosa, un no se que lleno de nostalgia, felicidad, mezclada con cansancio. Si por mi fuera lloraría mientras me abrazan toda la noche.

Pero no es que esté triste. Al contrario. No puedo sino estar feliz. Esta nueva vida, en esta nueva casa, una casa que se hace cotidiana y cómoda, con los amigos alemanes, y otros tantos de otras partes del mundo, con el amor cerquita cerquita a pesar de los kilometricos que nos separan que son muchos pero que se sienten a veces poquitos, con quien me acompañe en mis cuitas y aventuras, con una segunda casa y otros tantos amigos en Berlin... en fin. Parece que por donde uno va, va dejando pedazos de la casa, extensiones del corazón, antenas del corazón que traen las señales de las buenas ondas para poder seguir caminando.

Estoy contenta porque estoy trabajando en una animación, una animación linda, linda. Porque trabajo con alguien, una lucecita de la buena suerte, y asi el trabajo se llena de sabor, historias, musica, buenas energías. Porque llegué hasta tan lejos, una ciudad como una casa de muñecas, en medio de Alemania, porque hablo finalmente alemán sin que muera de vergüenza a cada vez. Si. Porque ya se porque vine hasta tan lejos.

Pareciera que volver me llena de ansiedad, volver para volver. Ir y volver. No se de donde me voy y a donde llego. Probablemente Colombia se este volviendo temporal y lentamente en el lugar al que voy para regresar de nuevo (una y otra vez). Entonces pensando en que un mes y medio es muy poco pienso todas las cosas que quiero hacer. Quiero ver a los amigos, a los que se dejen ver, quiero disfrutar mucho mi familia, tomar todo el sol posible, comer cosas deliciosas, pero sobre todo, sentir la tranquilidad de hace tantos años, que me ataca hoy en la distancia, en esta nueva casa no tan nueva, con melancolía y nostalgia. Viajar y contemplar el camino.

De pronto esta ansiedad mezclada con tantas cosas solo es el vacío a punto de ser llenado con paisajes y rostros conocidos pero revisitados. Re-correr y des-andar los pasos. Para que cuando regrese a esta misma cama desde donde escribo, sienta el peso real de tener la cabeza y el corazón conmigo a donde quiera que voy. (Y asi como un caracol, la casa a mis espaldas)


Un tercio de vida

Hace un tercio de vida te fuiste de mi vida. De nuestra vida. Mas de un tercio de vida. Cada día que hoy son muchos, tu recuerdo se hizo mas grande, tu realidad mas lejos. Hoy después de nueve años la vida sin duda siguió, el mundo no se acabó, el despertador sigue sonando cada mañana.

Después que te fuiste terminé la universidad. Hoy no soy exactamente artista, aunque eso sea lo que haya estudiado. Soy de nuevo estudiante. Y ya no vivo en la casa, con todos, sino que estoy lejos. Me busqué un trabajo del que disfrutara mucho como tu solías decir: el trabajo es tan maluco que le pagan a uno, por eso uno debería buscarse uno no tan aburrido. Entonces me divertí como loca, aprendí del trabajo, encontré un oficio. Lo dejé, lo reencontré. Hoy estoy lejos de esa vida, lejos de la ciudad donde crecimos bajo tu cuidado, hoy estoy sola, sola sin ti, sola sin muchos otros, pero conmigo.

La vida sería otra contigo a mi lado aún. Pero lo que aprendí sin ti, fue tan grande como lo que aprendí de ti. Hoy lo que fue tu casa no es mi casa, aunque sea mi familia. Hoy ya no soy tu niña, hoy soy una mujer.

En mi te observo a veces y eso me llena de orgullo. A veces quisiera que me vieras, ¿me ves desde alguna parte? ¿Sabes lo que hago? Ya no estás para verme, ya no estás para aprobarme ni aplaudirme. Sin embargo a veces miro a la nada preguntándome cual hubiera sido tu opinión, tu solución.

Solo a veces. Porque se que dentro de mi, y dentro de nosotros están todas las repuestas. Hubiera querido que viviéramos mas juntos, que me vieras sonreír con todas las cosas que hago, que vieras mi nombre en los créditos de la televisón, en un diploma, en una visa, en un tiquete de ida y vuelta para ir y volver de casa y llegar al mismo tiempo a casa.

Hoy después de nueve años, después de recordar una y otra vez esa mañana en la que te fuiste de repente, después de desear que todos los papás del mundo se fueran y asi que todos los hijos,  sintieran lo que yo sentí, solo puedo honrar a los vivos. Recordar la vida. Vivir la vida, mi vida y toda la gracia que hay en vivir.

Entonces pongo una canción de los Beatles, miro los trenes pasar, pienso en tu sonrisa, en tus manos grandes. Le echo tabasco a la comida. Escucho a los demás. No escucho a veces también. Mi memoria es de papel. Llamo a la mamá. La miro a los ojos, asi no la esté mirando, y entiendo porque te enamoraste de ella. Miro a mis hermanos, me veo en ellos, te veo en ellos, leo nuestras historias, recuento los días. Sueño nuevos sueños. Tengo miedo. Pero me hago la que no tengo. Quiero salvar al mundo y mas bien no lo hago.

Va a llegar un día en el que mi vida sin ti, será mas larga que la vida contigo. Un tercio de vida es mucho, es poco, depende cuanta vida haya.

Antes hubo mucha. Después mas.













viernes, 8 de febrero de 2013

Insatisfacción

Seguro alguna vez leí algo parecido a lo que voy a escribir. Seguro ya lo han dicho, seguro usted también se ha sentido asi. Y seguro, solo repito y repito. Antes cuando vivía allá, en mi tierrita, soñaba con viajar lejos, conocer “el mundo”. Y luego, hoy cuando estoy en el mundo, sueño con volver, con seguir buscando. Irme para volver, volver, para desear partir de nuevo. Para añorar ese lugar que he dejado, para seguir mirando mas allá de estos pies que pisan este suelo, de estas nubes que cruzan por la ventana, mas allá que estos horizontes, por qué no volver a los horizontes color ladrillo, a las montañas que me ahogaron alguna vez, al calor que tanta falta me hace. O tal vez no tan lejos, tal vez aquí mas cerquita, en un pueblito aún más anónimo,  de nuevo en un idioma que no entiendo, otra vez sentirme extranjera, otra vez empezar de nuevo, otra vez desde cero. Buscar y buscar, y al final, nunca encontrar.

Entonces para la insatisfacción me receto chocolates, pelis bonitas, poesía, amores duraderos, noches profundas y oscuras, orgasmos largos, euforias alcohólicas, tal vez salir corriendo detrás de un bus, o solo correr para la salud. Nadar para la calma. Estar sola, o tal vez con mucha gente.

Pero no, igual. Sigo buscando sin encontrar, como un pajarito desorientado que perdió su bandada, no encuentra ni el sur, ni identifica el sol cuando sale al amanecer.

Para la insatisfacción nos recetamos irnos de compras, hipnotizarnos con los artilugios del mundo moderno, llenar la vida de emociones que temporalmente nos hacen creer que todo esta bien. Sin saber muy bien cual es el estado bondadoso de la vida. Esta vida moderna que nos hizo creer que había que llegar a un estado, que había que buscar la experiencia, la sabiduría, el estatus, la competencia. Que el amor es como en una comedia romántica, las rupturas como en una novela venezolana, el glamour como en una alfombra roja.

Pensé que había dejado de buscar. Y temí mientras tanto dejar de soñar. Ahora no se dónde están los sueños, los tesoros ya encontrados, menos el mapa para seguir buscando.

Olvido en las noches, pero en las mañanas me acuerdo de nuevo. 

Estoy cansada de buscar.  Estoy cansada de nada y de todo.